El pescado tiene un valor nutritivo excelente, proporciona proteínas de gran calidad y una amplia variedad de vitaminas y minerales, como las vitaminas A y D, fósforo, magnesio, selenio, y yodo en el caso del pescado de mar. Sus proteínas -como las de la carne- son de fácil digestión y complementan favorablemente las proteínas cotidianas.
Los pescados azules contienen grasas ricas en ácidos grasos poliinsaturados y consta, entre otros compuestos, de ácidos grasos omega 3. Estos ácidos son los que disminuyen los lípidos, incluido el colesterol y por tanto reducen el riesgo de que éste se acumule en las arterias.
Los pescados blancos están formado por una numerosa lista de especies, que por lo general habitan los fondos marinos. Su contenido graso es muy bajo y resultan muy fáciles de digerir.Su contenido en grasa no sobrepesa el 2,5 %. Aquí también la cantidad de lípidos varía mucho de unas especies a otras.
Cuando compremos pescado fresco debemos tener en cuenta algunos detalles importantes para su conservación.
Lo primero, en cuanto llegues a casa, conviene limpiarlo, lavarlo y quitarle las vísceras.
Después, pon el pescado ya limpio encima de un plato o una fuente con un trapo ligeramente humedecido. De esta manera evitarás su posible alteración por contacto con el oxígeno, la transmisión de olor al resto de la nevera y la contaminación bacteriana de otros alimentos.
Ya en el frigorífico, coloca el pescado en la parte más fría.
Pero eso sí, recuerda que para evitar riesgo de intoxicación, el pescado fresco no se debe conservar en la nevera mas de 2 días.Y si el pescado esta congelado dejarlo descongelar en un recipiente dentro de la nevera y no a temperatura ambiente.